martes, 7 de agosto de 2012

Un Viaje Por Hungría.


 Nunca pensé en sobrevivir, lo obvio era que me quedaban pocos minutos de vida, quizá segundos. La oscuridad me dejaba petrificada en el lugar, me disgustaba la soledad vacía, me limitaba a recordar los momentos más felices de mi vida, sin duda ese era el fin de mi existencia. Después de esos momentos de felicidad nada volvió a ser igual, el vampiro apareció, así que esperé ansiosa allí, en mitad de la oscura habitación  a que el vampiro me desmembrase, me mordiese y acabase con mi vida de una vez.


          Nunca creí en los vampiros, me daba la impresión de que sólo eran antiguas leyendas o solamente falsos cuentos de terror para contar en las noches de acampada. Leí libros fascinantes sobre ellos, incluso historias de amor que probablemente no eran ciertas, quise tentar la suerte haciéndome la valiente delante de Vanesa y prometiéndole visitar Hungría el próximo verano para que pudiese comprobar que los vampiros no existían, que sólo habían sido producto de la imaginación de numerosas personas durante siglos.

          Vanesa creía en los vampiros y tenía sus teorías. Algunos estudios y leyendas más antiguas afirmaban que estos extraños seres estaban muertos, que sólo eran antiguos esqueletos con restos putrefactos que salían de sus tumbas a media noche para vagabundear por el lugar, lo que en España y otros lugares se conoce como “zombis”, otros verificaban que eran seres humanos completamente inmortales con largas y oscuras capas, que tenían unos grandes y afilados colmillos, que vivían en enormes y antiguos castillos apartados del mundo y bebían sangre.

          Vanesa también creía que eran humanos, o mejor dicho, de aspecto aparentemente humano. Estaba entusiasmada con acompañarme en mi visita a las afueras de Hungría, cerca de Rumania, en el lugar donde aquellos seres persistían desde hacía siglos.

          Mi amiga era una chica valiente y sin miedos, interesada por la brujería, los hechizos, la ouija, los espíritus, los inmortales y demás. Ella sabía que los vampiros eran malvados y capaces de absorber la sangre de un humano hasta dejarle completamente sin vida, también sabía  que yo era difícil de convencer, entre otras cosas porque siempre he sido cabezota, sabía igualmente que ninguna otra apuesta me pararía lo pies y aunque Vanesa tuviese miedo por mi vida se moría de ganas de visitar Hungría, por eso decidió venir conmigo, además de protegerme. Supo desde el primer momento que yo iba a morir a manos de un vampiro si decidía ir a un viejo castillo, así que supo también con total certeza que esa idea me haría seguir adelante y por supuesto la llevaría acabo.

          Yo sabía con exactitud que los vampiros no existían, así que ¿Por qué no correr ese riesgo?


         

          Partimos el 3 de Agosto por la mañana temprano, Vanesa y yo habíamos hecho el papeleo necesario para disfrutar de un mes de aventuras por Hungría, y asimismo conocer ese bonito paisaje europeo.

El viaje en avión resultó ser demasiado largo, quizás nos llevó más de un día, no lo sé, porque de tal entusiasmo Vanesa y yo habíamos perdido la noción del tiempo.


          Dormimos un buen rato, unas ocho horas más o menos. Me desperecé en cuanto abrí los ojos y acerqué mi mano cuidadosamente a la ventanilla para abrirla sin despertar a mi amiga. Era de noche, el cielo era de un azul oscuro, casi grisáceo, abajo, a lo lejos, las montañas de Hungría se alzaban como puntas de hielo hacia el cielo, se apreciaban en una pequeña porción gracias al reflejo de la luna, la oscura noche parecía pertenecer a un cuento de hadas, la noche de Hungría era preciosa.


          -Estimados pasajeros, acabamos de llegar al lugar de destino, abróchense los cinturones por favor, vamos a aterrizar, espero que disfruten de una buena estancia en este país- informó el copiloto.

          -¡Vanesa, despierta, hemos llegado!- anuncié.

          -¡Por fin!- dijo mi amiga -¿Estás preparada para morir a manos de un vampiro?- se carcajeó.

          -¡Vete al cuerno!- le grité.


          En el aeropuerto nos esperaba un bus para trasladarnos junto con otros pasajeros a las proximidades de la frontera con Rumania, a unas casitas rústicas situadas al sur del condado, cerca de “Krawnledge”, un enorme castillo antiguo y deshabitado en el cuál aparecieron hace mucho tiempo sucesos extraños, desde entonces los húngaros y forasteros no visitan sus adentros.

          El pequeño pueblecillo, Göbrish, era precioso, sus habitantes hablaban español, inglés e italiano además de su lengua, lo que nos facilitó la comunicación.

          Al llegar a las casitas y tras deshacer las maletas y cenar en compañía Vanesa y yo decidimos visitar Krawnledge esa misma noche y quizás quedarnos a dormir en ese siniestro lugar. Preguntamos a una anciana del lugar el camino hacia el gran castillo, que no era ni más ni menos que un denso bosque lleno de fieras salvajes, aquellos animales que tan poco me gustaban, los lobos. Pronto nos pusimos en marcha y de ahí en adelante nos zambullimos en la peligrosa aventura.


          Eran las 12:45 de la noche, Vanesa y yo nos encontrábamos descansadas puesto que habíamos dormido una noche y ocho horas más del día siguiente antes de llegar, por lo que anduvimos deprisa y nerviosas a pesar de la niebla y la inmensa oscuridad que cubrían aquel tortuoso bosque. Vanesa llevaba por suerte una linterna de mano y otra parecida a la de los excavadores profesionales en su mochila de cuero, así que, de ese modo, apreciaríamos un poco mejor el terreno fangoso que pisábamos.

          Los lobos nos alertaron de su presencia a través de unos rugidos pronunciados que salían desde lo más profundo de su garganta. Investigué esos salvajes rostros durante unos segundos, aquellos lobos de pelaje oscuro y densa capa de pelo parecían de algún modo ilógico un poco asustados por nuestra presencia, pero luego comprendí que no era eso exactamente. Comenzó a llover y se oyeron truenos, uno, otro, otro y otro más, hasta que los lobos decidieron huir a sus guaridas, asustados de la tormenta, de la niebla, quizá también de alguna presencia extraña no natural que en esos instantes invadía el bosque, y de algún modo, que nos invadía el cuerpo a Vanesa y a mí.

          Echamos a correr a través del fangoso bosque con el objetivo de llegar lo antes posible al castillo para resguardarnos de la inmensa tormenta de rayos y truenos que azotaba el sur del país. Corrimos muy rápido, hasta detenernos en la entrada del castillo, nos quedamos observando, con los ojos como platos, nunca habíamos visto un lugar tan extraño y a la vez tan precioso. Krawnledge era enorme, viejo, destrozado por la fuerza del viento…Su fachada, llena de canalejas y tejas rotas se alzaba hacia el cielo cubierto de niebla, mientras que en el interior de aquellas canalejas, varias manadas de murciélagos dormían apaciblemente a pesar de los rugidos procedentes del cielo.

          El pórtico del castillo era de un gris azulado, un tono más bien oscuro y misterioso, como la mayoría de tonos que embargaban las afueras del castillo. La puerta principal, cubierta de musgo, era muy grande y de una oscura madera que parecía muy dura, tal vez fuera de roble.

          Nos sentimos empapadas y decidimos entrar, la puerta se cerró, de golpe, fue tan duro que las dos nos estremecimos al escucharlo, la puerta principal aparentemente vieja y de desgastada madera me pareció en realidad de hierro, seguidamente empecé a temblar, en esos momentos no me hacía ninguna gracia recordar las historias de vampiros, pero incluso llegué a creérmelas, quizás ya fuera demasiado tarde.

          No se apreciaba nada, solamente oscuridad y más oscuridad, sentimos un inmenso frío procedente de alguna parte del lugar y en ese momento recordamos encender las linternas para destruir la inmensa oscuridad y poder descubrir aquello de lo que estábamos rodeadas, quizá bueno, quizá malo.

          De repente aparecieron imágenes de grandes candelabros, el lugar era hermoso, con un matiz de un rojo oscuro y lleno de antiguas pinturas abstractas y apagadas, muebles de todo tipo, rústicos, contemporáneos, muy antiguos y desgastados… Una gran mesa de madera con ocho sillas ocupaba la mayor parte del salón, y una gran alfombra dorada resaltaba la oscura madera del suelo, el techo era enorme y lleno de grandes telarañas, en estas colgaban arañas de todo tipo e incluso peludas, me estremecí de la angustia al observar aquello.

          Vanesa observó con detenimiento un pasillo al parecer largo y oscuro que posiblemente se comunicase con las demás habitaciones. Seguidamente saqué mi caja de cerillas y encendí dos candelabros pequeños y útiles para alumbrarnos en la oscuridad mientras recorríamos el pasillo estrecho.

          El pasillo era común, sus paredes estaban fabricadas de grandes piedras con pequeñas aberturas, propio de un castillo medieval. De repente, en mitad del largo y estrecho pasillo las velas del candelabro dejaron de emitir luz, una fuerza sobrenatural comenzó a arrastrarnos hacia el final del oscuro pasillo golpeándonos contra las duras paredes y dejándonos inconscientes del dolor.

          Desperté en una cripta muy iluminada, Vanesa ya no estaba a mi lado, la majareta de mi amiga se había ido a experimentar con lo extraño y me había dejado sola en mitad del peligro. En la cripta de paredes iluminadas cubiertas de piedras preciosas se apreciaba un pequeño banco de piedra, parecido a una lápida, me acerqué a investigar y al rodearlo el miedo se apoderó de mi alma.

          Vanesa estaba allí tirada, cubierta de sangre, desinflada como una colchoneta de plástico, vacía, con las venas reventadas, con los ojos en blanco, llena de llagas, de ponzoña, de marcas de colmillos, muerta, mi amiga estaba muerta y yo sola, llena de dolor y de miedo, enfrente del cadáver de mi mejor amiga, y todo esto por culpa de un vampiro, un ser sin sentimientos ni dolor, un vampiro, un vampiro, un vamp…

          -¡Nooo…!- chillé.

          En ese momento la furia se apoderó de mi cuerpo y recordé que nada había acabado, ahora me tocaba a mí, pero no me iba a dejar vencer, vengaría la muerte de mi amiga aunque fuera lo último que hiciera, aunque me convirtiera en una asesina acabaría con el vampiro.

          Me aparté del cadáver y recorrí la cripta en busca del asesino, que suponía que me estaba esperando, pero no fue así, no le vi por ninguna parte, así que me armé de valor y fui en su busca, ese maldito vampiro pagaría las consecuencias.

          Atravesé la cripta y me percaté de algunas puertas de habitaciones, comencé la búsqueda, asustada pero furiosa, abrí los pomos y entré en cada una de ellas haciéndole frente al miedo que me invadía, en busca del asesino, del chupasangres, del monstruo que acabó con Vanesa, pero en ninguna había nada, sólo libros y camas, espejos y sillones… De repente, cuando me situaba en la última habitación de mi búsqueda, se apagaron las luces y se cerró la puerta, empujé todo lo que pude pero no conseguí abrirla, no sabía cómo enfrentarme al vampiro, no conocía la forma de matarle, sólo sabía que lo único que podía lograr era acabar también con mi vida.

          La habitación quedó a oscuras, pero no completamente, sino iluminada por una pequeña vela situada encima de una gran mesa de madera clara rodeada de una gran silla oscura. Me percaté entonces que allí había alguien sentado, esperándome, pensando cómo matarme supongo, y sin rodearse para hacer la espera aún más emocionante.

          Me acerqué lentamente hacia la silla y pude apreciar dos manos blancas y grandes descansando en el posabrazos, sin duda era él, pero me armé de furia y seguí andando, despacio, asustada también, dándole vueltas a la cabeza para obtener la forma de negociar con él, aunque no había nada que negociar, sólo era una forma de conseguir algunos segundos más de vida.

          Al llegar a la silla el vampiro se levantó y se rodeó hacia mi, y para mi sorpresa no era un vampiro, sino una vampira de tez blanca, de pelo negro y corto y ojos oscuros, dientes puntiagudos y blancos como el marfil, vestida con ropas oscuras y una capa roja tan larga que daba la impresión de barrer el suelo de la habitación. La vampira se acercó a mí con sigilo, me sonrió y de repente chasqueó los dedos con la intención de encender las luces del lugar. La vampira era hermosa y sus ojos emitían un centelleo agradable, no supe imaginarme como ese encanto podía haber matado a Vanesa.

          -Vaya, vaya, vaya, pero qué tenemos aquí, parece una humana ¿no?- preguntó.

          -Soy la mejor amiga de Vanesa y tú la has matado- le dije con voz entrecortada por el miedo.

          -Ja, ja, ja…- se carcajeó.-Yo no he sido- me dijo.

          -¿Y cómo puedo yo creerte?, es más, ¿Como puedo yo fiarme de un vampiro?- le pregunté.

          -Nunca lo hagas- me ordenó con encanto-Ven, te mostraré al asesino-


          Anduvimos despacio una al lado de la otra y me condujo por un pasillo oscuro y recto, esa hermosa mujer me ponía los pelos de punta y a la vez me tranquilizaba con su voz cantarina. Me contó varias cosas sobre vampiros, que existían vampiros buenos y vampiros malvados, me aseguró que ella era una de los buenos y luchaba por aniquilar a los otros. Me contó también que fue mujer un día, que la convirtió un vampiro neófito al sur de Rumania, me contó que ella no creía en los vampiros, que pensaba que eran simples leyendas como muchas otras, pero un día un vampiro entró por la ventana de su habitación mientras dormía y le mordió. Me aseguró que sintió miedo, que se tiró por la ventana pero no consiguió acabar con su vida, para ello era demasiado tarde, ya se había convertido. Nunca quiso ser malvada, echó a volar sin rumbo para esconderse del mundo y encontró ese castillo habitado por una familia de vampiros buenos con la cual convivió durante siglos. Después tuvo lugar una gran pelea entre los buenos y los malvados de la cual ella pudo escapar, pero su familia falleció, así que se quedó siglos y siglos sola en el castillo, esperando encontrar algún día la familia que tanto anhelaba.


          -Te creo- le dije con una sonrisa -Te ayudaré a ser feliz- le prometí.

          -Gracias- me dijo con su voz débil y cantarina -Por cierto, ¿Cómo te llamas?- me preguntó con emoción –Yo me llamo Esmeralda, pero puedes llamarme Esme-

          -Yo me llamo Raquel, pero puedes llamarme Rachel, todos lo hacen- le dije con una sonrisa.


          Esme y yo llegamos a un gran calabozo y me condujo de la mano hacia su destino, ya que notaba que empecé a asustarme y a recordar el cadáver de mi amiga. Su mano era fría como el hielo y suave como la seda, nunca había visto un cuerpo como ese, era perfecto, sigiloso, duro como el mármol y rápido, no pude imaginar una belleza más perfecta que esa.

          -Ya hemos llegado- me informó con timidez - Ahora observa con calma-


          Esme empezó a despotricar palabrotas en el oscuro lugar y chasqueó los dedos para encender las luces con la intención de que yo pudiera atender mejor a los hechos, ya que ella no necesitaba la luz para poder ver, veía en la inmensa oscuridad, era más que perfecta en todos los sentidos.

          De repente se encendieron las luces y otro vampiro apareció, tenía el mismo rostro que el de Esme, era pálido, fuerte y hermoso, sólo cambiaba una cosa, sus ojos eran de un color escarlata, parecían poseídos por el diablo, su rostro emitía grandes rugidos constantemente a causa de la ceguedad que la luz le proporcionaba, pero al reconocer mi olor humano retornó el silencio.

          Esme me contó entonces que Grener, el vampiro, era un neófito con ansias de sangre y a veces incontrolable que había matado a mi amiga porque se escapó de sus cadenas y no supo controlarse. Dijo que Grener era uno de los malvados que había invadido el castillo porque había sido convertido por el rey vampiro de Noruega, el más antiguo y malvado de los vampiros, un vampiro canoso y de aspecto fuerte que pretendía acabar con el mundo desde hacía siglos, de ahí la pelea entre la familia de Esme y los testigos de el rey vampiro.

          Grener fue enviado por el rey vampiro con orden de acabar con el último vampiro bueno que existía en esos momentos lejos de su territorio, Esme, así que Grener debía acabar con ella, pero Esme logró encadenarlo y aliarlo con ella gracias a su don de persuadir a los neófitos y Grener consiguió escapar de la orden del rey.

          Esme lo encadenó para ayudarle a contenerse de la sangre humana después de notar que Vanesa y yo habíamos entrado en su castillo, pero esas fuerzas extrañas que invadían el cuerpo del neófito nos atrajeron hacia la cripta y Grener consiguió escapar y destrozar a Vanesa antes de que Esme pudiese pararlo, por suerte pudo contenerlo antes de que también acabase conmigo.

          Al oír la explicación de Esme, Grener se enfadó y se soltó, Esme dio un paso hacia delante para protegerme pero resultó inútil a causa de la fuerza del vampiro, que la lanzó contra la pared del lugar y la dejó dolorida. Esme me gritó que corriera y mientras yo la obedecía ella fue encendiendo las luces por donde yo iba pasando para que el vampiro se cegara y parase de seguirme, y gracias a ello logré escapar hacia una gran habitación iluminada y cerré la puerta con pestillo, aunque no sirviera de mucho.

          Los rugidos del vampiro dejaron de escucharse, ahora Esme me preocupaba, sabía que el vampiro no le haría daño porque era su aliado pero esa fuerza con la que la apartó de mi camino me daba miedo, esperaba que no volviera a utilizarla con mi amiga Esme, ella era buena y cariñosa, no se merecía que la tratasen así.

          El peligro había pasado, por ahora, pero entonces… la vela que alumbraba la nueva habitación, esta vez un gran salón, se apagó y comenzó a hacer frió, de repente entendí que Grener no había desaparecido, sólo intentaba ser sigiloso para hacerme creer que se había marchado, y lo consiguió.

          Sentí mucho frió, el miedo se había apoderado de mi alma, me quedaban pocos segundos de vida, el vampiro aparecería de un momento a otro para chuparme y hacerme trocitos, quizá Esme estaba muerta por intentar salvarme y yo estaba sola en medio de una habitación oscura, sin nadie que me protegiera, sin Esme, sin Vanesa, sin valor…

          Recordé a Vanesa, a Esme, a mi familia, a mis amigos, a la gente que quería y los momentos más felices de mi vida, esperé, ansiosa, no me quedaba nada, el vampiro acabaría con todo y ya no me importaba, por su culpa había perdido a Vanesa, a Esme y el valor que yo tenía, no importaba si me mataba, si me convertía, no importaba, solamente un milagro me ayudaría a sobrevivir, pero tampoco quería, si vivía tendría que sufrir por Vanesa y por Esme y no podría contar lo sucedido, así que ¿De qué servía?, preferiría acabar con esto de una vez.

          La vela se encendió de nuevo y Grener apareció con los ojos envueltos en la locura, no saldría de esta, me empujó y caí de espaldas contra el suelo, las lágrimas recorrían mi rostro lleno de dolor, las costillas se me deshacían en el interior del cuerpo, el dolor ahora se apoderó de todo mi cuerpo y Grener me cortó la cara con sus garras, ya no sentía nada, era imposible sentir más dolor, Grener rugió de locura y me pateó el cuerpo con fuerza una y otra vez hasta dejarme desangrada en el suelo, se inclinó ante mí de rodillas y acercó su hermoso rostro a mi cuello, no sentía el cuerpo y tal vez tampoco los latidos de mi corazón, chillé con fuerza y con más dolor aún, este era el final, el final de mi existencia, el final del dolor.

          El vampiro me mordió y me llenó el cuerpo de ponzoña, no comprendí por qué no me destrozaba, por qué no me mataba, el dolor y una quemazón se apoderó de mi cuello y se extendió por todo mi cuerpo. Mientras gritaba de dolor por la quemazón creí sentir a Esme intentando calmarme, pero no podía ser, ella estaba muerta. De repente el calor fue desapareciendo de mi cuerpo, y entendí lo sucedido, mientras yo me estaba debatiendo de dolor en el suelo Esme acababa con el neófito. Yo me estaba convirtiendo, Esme me había mordido para evitar que muriera, le debía la vida y mi alma.

          Los rugidos de dolor del vampiro desaparecieron y por lo que pude ver mientras me incorporaba del suelo era que sus restos desmembrados se convertían el polvo y volaban por la habitación hasta desaparecer, Esme había encendido las luces para cegar al vampiro así que se podía apreciar perfectamente.

          Esme me cogió de la mano y me abrazó.

          -Lo siento, he tenido que hacerlo, no podía permitir que murieras, tú me has dado la confianza que necesitaba, ahora eres inmortal, ya no hay más peligro, ahora me has de ayudar a matar al único vampiro que queda aparte de nosotras, el vampiro rey, cuando acabemos con él todo habrá terminado, nada nos molestará jamás, ahora estamos juntas, somos amigas.

          -Confía en mí, te debo la vida, te ayudaré a matarle con la ayuda de esta ansia de sangre que recorre mi cuerpo en estos momentos, gracias Esme- le dije –Ahora seremos amigas, amigas para siempre si tú lo deseas-

         
          La inmortalidad me hizo fuerte, tan fuerte que logramos quedar libres de todo peligro, Esme y yo estrechamos una gran relación de amistad desde ese momento, la vida era complicada, incluso más que el sufrimiento, pero ahora éramos libres, libres y felices la una con la otra, libres y felices por el resto de la eternidad.


---- FIN ----


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