Nunca pensé en sobrevivir, lo obvio
era que me quedaban pocos minutos de vida, quizá segundos. La oscuridad me
dejaba petrificada en el lugar, me disgustaba la soledad vacía, me limitaba a
recordar los momentos más felices de mi vida, sin duda ese era el fin de mi
existencia. Después de esos momentos de felicidad nada volvió a ser igual, el
vampiro apareció, así que esperé ansiosa allí, en mitad de la oscura
habitación a que el vampiro me desmembrase, me mordiese y acabase con mi
vida de una vez.
Nunca
creí en los vampiros, me daba la impresión de que sólo eran antiguas leyendas o
solamente falsos cuentos de terror para contar en las noches de acampada. Leí
libros fascinantes sobre ellos, incluso historias de amor que probablemente no
eran ciertas, quise tentar la suerte haciéndome la valiente delante de Vanesa y
prometiéndole visitar Hungría el próximo verano para que pudiese comprobar que
los vampiros no existían, que sólo habían sido producto de la imaginación de
numerosas personas durante siglos.
Vanesa
creía en los vampiros y tenía sus teorías. Algunos estudios y leyendas más
antiguas afirmaban que estos extraños seres estaban muertos, que sólo eran
antiguos esqueletos con restos putrefactos que salían de sus tumbas a media
noche para vagabundear por el lugar, lo que en España y otros lugares se conoce
como “zombis”, otros verificaban que eran seres humanos completamente
inmortales con largas y oscuras capas, que tenían unos grandes y afilados
colmillos, que vivían en enormes y antiguos castillos apartados del mundo y
bebían sangre.
Vanesa
también creía que eran humanos, o mejor dicho, de aspecto aparentemente humano.
Estaba entusiasmada con acompañarme en mi visita a las afueras de Hungría,
cerca de Rumania, en el lugar donde aquellos seres persistían desde hacía
siglos.
Mi amiga
era una chica valiente y sin miedos, interesada por la brujería, los hechizos,
la ouija, los espíritus, los inmortales y demás. Ella sabía que los vampiros
eran malvados y capaces de absorber la sangre de un humano hasta dejarle
completamente sin vida, también sabía que yo era difícil de convencer,
entre otras cosas porque siempre he sido cabezota, sabía igualmente que ninguna
otra apuesta me pararía lo pies y aunque Vanesa tuviese miedo por mi vida se
moría de ganas de visitar Hungría, por eso decidió venir conmigo, además de
protegerme. Supo desde el primer momento que yo iba a morir a manos de un
vampiro si decidía ir a un viejo castillo, así que supo también con total
certeza que esa idea me haría seguir adelante y por supuesto la llevaría acabo.
Yo sabía
con exactitud que los vampiros no existían, así que ¿Por qué no correr ese
riesgo?
Partimos
el 3 de Agosto por la mañana temprano, Vanesa y yo habíamos hecho el papeleo
necesario para disfrutar de un mes de aventuras por Hungría, y asimismo conocer
ese bonito paisaje europeo.
El viaje en avión resultó ser demasiado largo, quizás nos llevó
más de un día, no lo sé, porque de tal entusiasmo Vanesa y yo habíamos perdido
la noción del tiempo.
Dormimos
un buen rato, unas ocho horas más o menos. Me desperecé en cuanto abrí los ojos
y acerqué mi mano cuidadosamente a la ventanilla para abrirla sin despertar a
mi amiga. Era de noche, el cielo era de un azul oscuro, casi grisáceo, abajo, a
lo lejos, las montañas de Hungría se alzaban como puntas de hielo hacia el
cielo, se apreciaban en una pequeña porción gracias al reflejo de la luna, la
oscura noche parecía pertenecer a un cuento de hadas, la noche de Hungría era
preciosa.
-Estimados
pasajeros, acabamos de llegar al lugar de destino, abróchense los cinturones
por favor, vamos a aterrizar, espero que disfruten de una buena estancia en
este país- informó el copiloto.
-¡Vanesa,
despierta, hemos llegado!- anuncié.
-¡Por
fin!- dijo mi amiga -¿Estás preparada para morir a manos de un vampiro?- se
carcajeó.
-¡Vete al
cuerno!- le grité.
En el
aeropuerto nos esperaba un bus para trasladarnos junto con otros
pasajeros a las proximidades de la frontera con Rumania, a unas casitas
rústicas situadas al sur del condado, cerca de “Krawnledge”, un enorme castillo
antiguo y deshabitado en el cuál aparecieron hace mucho tiempo sucesos
extraños, desde entonces los húngaros y forasteros no visitan sus adentros.
El
pequeño pueblecillo, Göbrish, era precioso, sus habitantes hablaban español,
inglés e italiano además de su lengua, lo que nos facilitó la comunicación.
Al llegar
a las casitas y tras deshacer las maletas y cenar en compañía Vanesa y yo
decidimos visitar Krawnledge esa misma noche y quizás quedarnos a dormir en ese
siniestro lugar. Preguntamos a una anciana del lugar el camino hacia el gran
castillo, que no era ni más ni menos que un denso bosque lleno de fieras
salvajes, aquellos animales que tan poco me gustaban, los lobos. Pronto nos
pusimos en marcha y de ahí en adelante nos zambullimos en la peligrosa aventura.
Eran las
12:45 de la noche, Vanesa y yo nos encontrábamos descansadas puesto que
habíamos dormido una noche y ocho horas más del día siguiente antes de llegar,
por lo que anduvimos deprisa y nerviosas a pesar de la niebla y la inmensa
oscuridad que cubrían aquel tortuoso bosque. Vanesa llevaba por suerte una
linterna de mano y otra parecida a la de los excavadores profesionales en su
mochila de cuero, así que, de ese modo, apreciaríamos un poco mejor el terreno
fangoso que pisábamos.
Los lobos
nos alertaron de su presencia a través de unos rugidos pronunciados que salían
desde lo más profundo de su garganta. Investigué esos salvajes rostros durante
unos segundos, aquellos lobos de pelaje oscuro y densa capa de pelo parecían de
algún modo ilógico un poco asustados por nuestra presencia, pero luego
comprendí que no era eso exactamente. Comenzó a llover y se oyeron truenos,
uno, otro, otro y otro más, hasta que los lobos decidieron huir a sus guaridas,
asustados de la tormenta, de la niebla, quizá también de alguna presencia
extraña no natural que en esos instantes invadía el bosque, y de algún modo,
que nos invadía el cuerpo a Vanesa y a mí.
Echamos a
correr a través del fangoso bosque con el objetivo de llegar lo antes posible
al castillo para resguardarnos de la inmensa tormenta de rayos y truenos que
azotaba el sur del país. Corrimos muy rápido, hasta detenernos en la entrada
del castillo, nos quedamos observando, con los ojos como platos, nunca habíamos
visto un lugar tan extraño y a la vez tan precioso. Krawnledge era enorme,
viejo, destrozado por la fuerza del viento…Su fachada, llena de canalejas y
tejas rotas se alzaba hacia el cielo cubierto de niebla, mientras que en el
interior de aquellas canalejas, varias manadas de murciélagos dormían apaciblemente
a pesar de los rugidos procedentes del cielo.
El
pórtico del castillo era de un gris azulado, un tono más bien oscuro y
misterioso, como la mayoría de tonos que embargaban las afueras del castillo.
La puerta principal, cubierta de musgo, era muy grande y de una oscura madera
que parecía muy dura, tal vez fuera de roble.
Nos
sentimos empapadas y decidimos entrar, la puerta se cerró, de golpe, fue tan
duro que las dos nos estremecimos al escucharlo, la puerta principal aparentemente
vieja y de desgastada madera me pareció en realidad de hierro, seguidamente
empecé a temblar, en esos momentos no me hacía ninguna gracia recordar las
historias de vampiros, pero incluso llegué a creérmelas, quizás ya fuera
demasiado tarde.
No se
apreciaba nada, solamente oscuridad y más oscuridad, sentimos un inmenso frío
procedente de alguna parte del lugar y en ese momento recordamos encender las
linternas para destruir la inmensa oscuridad y poder descubrir aquello de lo
que estábamos rodeadas, quizá bueno, quizá malo.
De
repente aparecieron imágenes de grandes candelabros, el lugar era hermoso, con
un matiz de un rojo oscuro y lleno de antiguas pinturas abstractas y apagadas,
muebles de todo tipo, rústicos, contemporáneos, muy antiguos y desgastados… Una
gran mesa de madera con ocho sillas ocupaba la mayor parte del salón, y una
gran alfombra dorada resaltaba la oscura madera del suelo, el techo era enorme
y lleno de grandes telarañas, en estas colgaban arañas de todo tipo e incluso
peludas, me estremecí de la angustia al observar aquello.
Vanesa
observó con detenimiento un pasillo al parecer largo y oscuro que posiblemente
se comunicase con las demás habitaciones. Seguidamente saqué mi caja de
cerillas y encendí dos candelabros pequeños y útiles para alumbrarnos en la
oscuridad mientras recorríamos el pasillo estrecho.
El
pasillo era común, sus paredes estaban fabricadas de grandes piedras con
pequeñas aberturas, propio de un castillo medieval. De repente, en mitad del
largo y estrecho pasillo las velas del candelabro dejaron de emitir luz, una
fuerza sobrenatural comenzó a arrastrarnos hacia el final del oscuro pasillo
golpeándonos contra las duras paredes y dejándonos inconscientes del dolor.
Desperté
en una cripta muy iluminada, Vanesa ya no estaba a mi lado, la majareta de mi
amiga se había ido a experimentar con lo extraño y me había dejado sola en
mitad del peligro. En la cripta de paredes iluminadas cubiertas de piedras
preciosas se apreciaba un pequeño banco de piedra, parecido a una lápida, me
acerqué a investigar y al rodearlo el miedo se apoderó de mi alma.
Vanesa
estaba allí tirada, cubierta de sangre, desinflada como una colchoneta de
plástico, vacía, con las venas reventadas, con los ojos en blanco, llena de
llagas, de ponzoña, de marcas de colmillos, muerta, mi amiga estaba muerta y yo
sola, llena de dolor y de miedo, enfrente del cadáver de mi mejor amiga, y todo
esto por culpa de un vampiro, un ser sin sentimientos ni dolor, un vampiro, un
vampiro, un vamp…
-¡Nooo…!-
chillé.
En ese
momento la furia se apoderó de mi cuerpo y recordé que nada había acabado,
ahora me tocaba a mí, pero no me iba a dejar vencer, vengaría la muerte de mi
amiga aunque fuera lo último que hiciera, aunque me convirtiera en una asesina
acabaría con el vampiro.
Me aparté
del cadáver y recorrí la cripta en busca del asesino, que suponía que me estaba
esperando, pero no fue así, no le vi por ninguna parte, así que me armé de
valor y fui en su busca, ese maldito vampiro pagaría las consecuencias.
Atravesé
la cripta y me percaté de algunas puertas de habitaciones, comencé la búsqueda,
asustada pero furiosa, abrí los pomos y entré en cada una de ellas haciéndole
frente al miedo que me invadía, en busca del asesino, del chupasangres, del
monstruo que acabó con Vanesa, pero en ninguna había nada, sólo libros y camas,
espejos y sillones… De repente, cuando me situaba en la última habitación de mi
búsqueda, se apagaron las luces y se cerró la puerta, empujé todo lo que pude
pero no conseguí abrirla, no sabía cómo enfrentarme al vampiro, no conocía la
forma de matarle, sólo sabía que lo único que podía lograr era acabar también
con mi vida.
La
habitación quedó a oscuras, pero no completamente, sino iluminada por una
pequeña vela situada encima de una gran mesa de madera clara rodeada de una
gran silla oscura. Me percaté entonces que allí había alguien sentado,
esperándome, pensando cómo matarme supongo, y sin rodearse para hacer la espera
aún más emocionante.
Me
acerqué lentamente hacia la silla y pude apreciar dos manos blancas y grandes
descansando en el posabrazos, sin duda era él, pero me armé de furia y seguí
andando, despacio, asustada también, dándole vueltas a la cabeza para obtener
la forma de negociar con él, aunque no había nada que negociar, sólo era una
forma de conseguir algunos segundos más de vida.
Al llegar
a la silla el vampiro se levantó y se rodeó hacia mi, y para mi sorpresa no era
un vampiro, sino una vampira de tez blanca, de pelo negro y corto y ojos
oscuros, dientes puntiagudos y blancos como el marfil, vestida con ropas
oscuras y una capa roja tan larga que daba la impresión de barrer el suelo de
la habitación. La vampira se acercó a mí con sigilo, me sonrió y de repente
chasqueó los dedos con la intención de encender las luces del lugar. La vampira
era hermosa y sus ojos emitían un centelleo agradable, no supe imaginarme como
ese encanto podía haber matado a Vanesa.
-Vaya,
vaya, vaya, pero qué tenemos aquí, parece una humana ¿no?- preguntó.
-Soy la
mejor amiga de Vanesa y tú la has matado- le dije con voz entrecortada por el
miedo.
-Ja, ja,
ja…- se carcajeó.-Yo no he sido- me dijo.
-¿Y cómo
puedo yo creerte?, es más, ¿Como puedo yo fiarme de un vampiro?- le pregunté.
-Nunca lo
hagas- me ordenó con encanto-Ven, te mostraré al asesino-
Anduvimos
despacio una al lado de la otra y me condujo por un pasillo oscuro y recto, esa
hermosa mujer me ponía los pelos de punta y a la vez me tranquilizaba con su
voz cantarina. Me contó varias cosas sobre vampiros, que existían vampiros
buenos y vampiros malvados, me aseguró que ella era una de los buenos y luchaba
por aniquilar a los otros. Me contó también que fue mujer un día, que la
convirtió un vampiro neófito al sur de Rumania, me contó que ella no creía en
los vampiros, que pensaba que eran simples leyendas como muchas otras, pero un
día un vampiro entró por la ventana de su habitación mientras dormía y le
mordió. Me aseguró que sintió miedo, que se tiró por la ventana pero no
consiguió acabar con su vida, para ello era demasiado tarde, ya se había
convertido. Nunca quiso ser malvada, echó a volar sin rumbo para esconderse del
mundo y encontró ese castillo habitado por una familia de vampiros buenos con
la cual convivió durante siglos. Después tuvo lugar una gran pelea entre los
buenos y los malvados de la cual ella pudo escapar, pero su familia falleció,
así que se quedó siglos y siglos sola en el castillo, esperando encontrar algún
día la familia que tanto anhelaba.
-Te creo-
le dije con una sonrisa -Te ayudaré a ser feliz- le prometí.
-Gracias-
me dijo con su voz débil y cantarina -Por cierto, ¿Cómo te llamas?- me preguntó
con emoción –Yo me llamo Esmeralda, pero puedes llamarme Esme-
-Yo me
llamo Raquel, pero puedes llamarme Rachel, todos lo hacen- le dije con una
sonrisa.
Esme y yo
llegamos a un gran calabozo y me condujo de la mano hacia su destino, ya que
notaba que empecé a asustarme y a recordar el cadáver de mi amiga. Su mano era
fría como el hielo y suave como la seda, nunca había visto un cuerpo como ese,
era perfecto, sigiloso, duro como el mármol y rápido, no pude imaginar una
belleza más perfecta que esa.
-Ya hemos
llegado- me informó con timidez - Ahora observa con calma-
Esme
empezó a despotricar palabrotas en el oscuro lugar y chasqueó los dedos para
encender las luces con la intención de que yo pudiera atender mejor a los
hechos, ya que ella no necesitaba la luz para poder ver, veía en la inmensa
oscuridad, era más que perfecta en todos los sentidos.
De
repente se encendieron las luces y otro vampiro apareció, tenía el mismo rostro
que el de Esme, era pálido, fuerte y hermoso, sólo cambiaba una cosa, sus ojos
eran de un color escarlata, parecían poseídos por el diablo, su rostro emitía
grandes rugidos constantemente a causa de la ceguedad que la luz le
proporcionaba, pero al reconocer mi olor humano retornó el silencio.
Esme me
contó entonces que Grener, el vampiro, era un neófito con ansias de sangre y a
veces incontrolable que había matado a mi amiga porque se escapó de sus cadenas
y no supo controlarse. Dijo que Grener era uno de los malvados que había
invadido el castillo porque había sido convertido por el rey vampiro de
Noruega, el más antiguo y malvado de los vampiros, un vampiro canoso y de
aspecto fuerte que pretendía acabar con el mundo desde hacía siglos, de ahí la
pelea entre la familia de Esme y los testigos de el rey vampiro.
Grener
fue enviado por el rey vampiro con orden de acabar con el último vampiro bueno
que existía en esos momentos lejos de su territorio, Esme, así que Grener debía
acabar con ella, pero Esme logró encadenarlo y aliarlo con ella gracias a su
don de persuadir a los neófitos y Grener consiguió escapar de la orden del rey.
Esme lo
encadenó para ayudarle a contenerse de la sangre humana después de notar que
Vanesa y yo habíamos entrado en su castillo, pero esas fuerzas extrañas que
invadían el cuerpo del neófito nos atrajeron hacia la cripta y Grener consiguió
escapar y destrozar a Vanesa antes de que Esme pudiese pararlo, por suerte pudo
contenerlo antes de que también acabase conmigo.
Al oír la
explicación de Esme, Grener se enfadó y se soltó, Esme dio un paso hacia
delante para protegerme pero resultó inútil a causa de la fuerza del vampiro,
que la lanzó contra la pared del lugar y la dejó dolorida. Esme me gritó que
corriera y mientras yo la obedecía ella fue encendiendo las luces por donde yo
iba pasando para que el vampiro se cegara y parase de seguirme, y gracias a
ello logré escapar hacia una gran habitación iluminada y cerré la puerta con
pestillo, aunque no sirviera de mucho.
Los
rugidos del vampiro dejaron de escucharse, ahora Esme me preocupaba, sabía que
el vampiro no le haría daño porque era su aliado pero esa fuerza con la que la
apartó de mi camino me daba miedo, esperaba que no volviera a utilizarla con mi
amiga Esme, ella era buena y cariñosa, no se merecía que la tratasen así.
El
peligro había pasado, por ahora, pero entonces… la vela que alumbraba la nueva
habitación, esta vez un gran salón, se apagó y comenzó a hacer frió, de repente
entendí que Grener no había desaparecido, sólo intentaba ser sigiloso para
hacerme creer que se había marchado, y lo consiguió.
Sentí
mucho frió, el miedo se había apoderado de mi alma, me quedaban pocos segundos
de vida, el vampiro aparecería de un momento a otro para chuparme y hacerme
trocitos, quizá Esme estaba muerta por intentar salvarme y yo estaba sola en
medio de una habitación oscura, sin nadie que me protegiera, sin Esme, sin
Vanesa, sin valor…
Recordé a
Vanesa, a Esme, a mi familia, a mis amigos, a la gente que quería y los
momentos más felices de mi vida, esperé, ansiosa, no me quedaba nada, el
vampiro acabaría con todo y ya no me importaba, por su culpa había perdido a
Vanesa, a Esme y el valor que yo tenía, no importaba si me mataba, si me
convertía, no importaba, solamente un milagro me ayudaría a sobrevivir, pero
tampoco quería, si vivía tendría que sufrir por Vanesa y por Esme y no podría
contar lo sucedido, así que ¿De qué servía?, preferiría acabar con esto de una
vez.
La vela
se encendió de nuevo y Grener apareció con los ojos envueltos en la locura, no
saldría de esta, me empujó y caí de espaldas contra el suelo, las lágrimas
recorrían mi rostro lleno de dolor, las costillas se me deshacían en el
interior del cuerpo, el dolor ahora se apoderó de todo mi cuerpo y Grener me
cortó la cara con sus garras, ya no sentía nada, era imposible sentir más
dolor, Grener rugió de locura y me pateó el cuerpo con fuerza una y otra vez
hasta dejarme desangrada en el suelo, se inclinó ante mí de rodillas y acercó
su hermoso rostro a mi cuello, no sentía el cuerpo y tal vez tampoco los
latidos de mi corazón, chillé con fuerza y con más dolor aún, este era el
final, el final de mi existencia, el final del dolor.
El
vampiro me mordió y me llenó el cuerpo de ponzoña, no comprendí por qué no me
destrozaba, por qué no me mataba, el dolor y una quemazón se apoderó de mi
cuello y se extendió por todo mi cuerpo. Mientras gritaba de dolor por la
quemazón creí sentir a Esme intentando calmarme, pero no podía ser, ella estaba
muerta. De repente el calor fue desapareciendo de mi cuerpo, y entendí lo
sucedido, mientras yo me estaba debatiendo de dolor en el suelo Esme acababa
con el neófito. Yo me estaba convirtiendo, Esme me había mordido para evitar
que muriera, le debía la vida y mi alma.
Los
rugidos de dolor del vampiro desaparecieron y por lo que pude ver mientras me
incorporaba del suelo era que sus restos desmembrados se convertían el polvo y
volaban por la habitación hasta desaparecer, Esme había encendido las luces
para cegar al vampiro así que se podía apreciar perfectamente.
Esme me
cogió de la mano y me abrazó.
-Lo
siento, he tenido que hacerlo, no podía permitir que murieras, tú me has dado
la confianza que necesitaba, ahora eres inmortal, ya no hay más peligro, ahora
me has de ayudar a matar al único vampiro que queda aparte de nosotras, el
vampiro rey, cuando acabemos con él todo habrá terminado, nada nos molestará
jamás, ahora estamos juntas, somos amigas.
-Confía
en mí, te debo la vida, te ayudaré a matarle con la ayuda de esta ansia de
sangre que recorre mi cuerpo en estos momentos, gracias Esme- le dije –Ahora
seremos amigas, amigas para siempre si tú lo deseas-
La inmortalidad me hizo fuerte, tan
fuerte que logramos quedar libres de todo peligro, Esme y yo estrechamos una
gran relación de amistad desde ese momento, la vida era complicada, incluso más
que el sufrimiento, pero ahora éramos libres, libres y felices la una con la
otra, libres y felices por el resto de la eternidad.
---- FIN ----
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