martes, 7 de agosto de 2012

La Cara Oculta De Un Reino Extraterrestre.


Me encontraba sentado apaciblemente en mi sofá, queriendo prestar atención a las noticias de la tarde, como solía hacer a diario después de comer. Todo era normal, abusos, homicidios, deportes… todo aquello que suele ocurrir normalmente en Estados Unidos.

Una entrevista a un deportista estadounidense me llamó especialmente la atención, tanto que me levanté sobresaltado, con chorros de sudor frío en la frente y temblor por todo el cuerpo. No podía ser posible, era una locura, jamás podría suceder cosa igual, pero era cierto, absolutamente real, estaba delante de mí, con mis rasgos físicos, mi voz, mis gestos… y no era yo. Aquel jardinero en un segundo plano era idéntico a mí. ¿Cómo era posible?- me pregunté, pero no encontré respuesta alguna.

Llamé a Shara y a Cody, mis mejores amigos, con intención de contarles la verdad, pero no me creyeron, estaban trabajando en sus experimentos y no habían visto las noticias esa tarde. Me dijeron que tantos experimentos me habían vuelto loco y que debía tomarme más de un día libre para descansar la mente.

Puesto que nadie me creía decidí marchar a Estados Unidos en busca de una aguja en un pajar, pues no tenía ninguna información sobre ese tipo, solamente lo había visto en la tele, y casi que tampoco estaba seguro. Era verdad que mis experimentos sobre los alienígenas y su tipo de ADN me habían llevado largos años de esfuerzo y cansancio mental, pero no creía que fuese para tanto.

A las 10 de la noche llegué a la gran ciudad, repleta de gente normal, sin estrés, que tomaba unas copas en las terrazas de los bares, saludaba a sus conocidos, servia comidas en las mesas, barría la calle… lo típico de una noche en la ciudad.

No tenía ni idea de cual era mi destino, ni lo que buscaba, es más, lo más preocupante era encontrar el lugar donde alojarme esa noche. No tenía amigos en la ciudad, tampoco conocidos, y me resultaba muy fácil encontrarme andorreando por mitad de la calle preguntándome si había una mera posibilidad de estar loco.

Un agente de policía me paró y me preguntó a dónde me dirigía, pues parecía haber  visto en mí un dote de inseguridad y miedo. Le contesté que no estaba seguro, y procedí a contarle la historia. El agente quedó sorprendido, pero no me dio sensación alguna de que pensara estar hablando con un enfermo mental.
Sin reparos se ofreció voluntario a llevarme a comisaría para aclarar el asunto, y yo no puse objeción.

Llegamos a comisaría y allí el jefe de policía me interrogó, le conté la historia y pareció quedar bastante sorprendido, al igual que su compañero. Le llevó largo rato asimilar aquella información, ya para mí un poco absurda, pero se alzó y ordenó ir al estudio de televisión para reafirmar lo sucedido.

Cuando llegamos eran las 12 de la noche y el estudio se encontraba ya cerrado. El guardia de seguridad de la zona nos recomendó ir a casa y volver por la mañana temprano, lo cual me preocupó, pues no tenía lugar donde alojarme. Los policías se ofrecieron voluntarios a llevarme a una instalación donde podía guardar reposo sin tener que pagar nada durante mi estancia, ya que los gastos los cubría la comisaría de policía. Me pareció una gran solución.

A la mañana siguiente los dos policías me recogieron y me condujeron al estudio de televisión. Allí nos recibieron con amabilidad y se ofrecieron voluntarios a ayudarnos en lo que necesitásemos. Procedimos a ello y nos escucharon con mucha atención. Cuando acabamos la conversación el jefe del estudio encendió el portátil que se encontraba sobre la mesa de su despacho y nos mostró la entrevista del día anterior. Todos quedaron alucinados al ver la imagen de la pantalla, pues ese tipo era mi clon. Todos ellos se plantearon la posibilidad de que fuese yo el del otro lado de la pantalla y que les hubiese estado mintiendo sobre los hechos para simplemente visitar el estudio de televisión, como había intentado conseguir mucha gente en los días anteriores, pues ese año era el centenario de ese estudio. Finalmente no me creyeron y se burlaron de mí. Los policías al salir me llevaron a la estación para asegurarse que volvía al pueblo y que no había ninguna posibilidad de volver a molestarles con mis locuras.

No me marché, pillé una guía y busqué el número de todas las jardinerías cercanas al campo de atletismo de la ciudad, pues posiblemente el deportista había sido entrevistado en dicho lugar, donde lo lógico es que trabajase el jardinero.

Terminé mis apuntes en el blog de notas y llamé con el móvil a cada uno de esos lugares, pues eran las 11 de la mañana y posiblemente ya estuviesen  abiertos. No me equivoqué. Pregunté en cada uno de ellos por un jardinero que había salido el día anterior en una entrevista de televisión, pero nadie le conocía.

Caminé confuso y pensando regresar a casa, pues no había manera de localizar a ese tipo. Después de llevar un largo rato caminando sin un rumbo fijo me sonó el teléfono, me llamaba un tal Jared que me explicaba que su abuelo, el dependiente de la jardinería a la que había llamado hace un rato, le contó que un hombre había preguntado por un empleado que salió el día anterior en las noticias, y que por supuesto, era él.

Le di las gracias por la llamada y le conté la historia con todo detalle. Él me creyó y quedamos en vernos a las 12:30 en un restaurante no muy lejano al lugar donde me encontraba. Por último nos despedimos y procedí a buscar dicho restaurante.

Llegué a las 12:30 y le esperé sentado en la mesa, tomándome una tapa. No sería muy difícil reconocerlo, pues era igualito a mí.

No tardó mucho en llegar, y me pidió perdón por el retraso, pareció sorprendido y nos presentamos. Hablamos largo rato sobre nuestra familia, puesto creíamos en la posibilidad de ser gemelos o algo parecido, ya que no se nos ocurría otra explicación. Sacamos la conclusión de que todo era normal y que no estábamos emparentados, pues éramos de ciudades distintas y ninguno era adoptado, pero decidimos, por más seguridad, hacernos una prueba de ADN.

Me condujo hacia la clínica y nos hicieron el análisis. El médico nos dijo que la prueba tardaría tres días en mostrar los resultados finales y nos aconsejó visitar de nuevo la clínica el viernes a las 10 de la mañana. Jared me ofreció alojamiento en su apartamento todo el tiempo que quisiera quedarme y yo acepté, puesto que él vivía solo y yo no tenía donde esperar hasta el viernes. Me dio la sensación de que el Lender que hay dentro de mí le pareció simpático.

Durante la convivencia en el apartamento nos hicimos amigos y nos informamos de la vida de cada uno, pues el ser los dos iguales parecía interesante.

El ADN de los dos resultó ser idéntico, cosa que ya no nos resultaba nada extraña, pues no podía existir ninguna otra cosa más extraña que la historia de nosotros dos.
Llegamos a casa y me preguntó por mi trabajo, me dijo que en mis investigaciones sobre extraterrestres y su idéntico ADN podía darnos alguna pista sobre nuestro problema. Me pareció una genial idea. Le conté el único secreto que había guardado durante años sobre los alienígenas y su existencia, puesto que si se lo hubiese dicho a alguien lo más probable habria sido que me hubiese apartado de mis experimentos. Le conté que a los 27 años, en una noche de verano, un ser extraño había invadido mi habitación mientras yo dormía y había dejado una nota que ponía: DOS  SON  IGUALES  A  NOSOTROS  PERO  MENOS INTELIGENTES. Ese ser que yo no había podido observar dejó en la mesilla la nota junto con un poco de saliva. Me resultó extraño encontrar esa nota al levantarme y una especie de saliva verde, que por supuesto analicé esa mañana y la cual me llevó a la conclusión de que realmente se trataba de seres alienígenas que poseían un ADN totalmente diferente a cualquiera de los seres vivos que habitaban nuestro planeta. Desde entonces mis experimentos se habían dedicado al estudio alienígena.

Jared me creyó y quedó sorprendido. Se me ocurrió la idea de que fuésemos los dos al pueblo, a mi antigua residencia juvenil, para investigar si existía alguna otra nota posterior a la que ya había leído para informarnos de nuestro parentesco.

Llegamos al pueblo y en la residencia descubrimos una nota que decía:

JARED  Y  LENDER  FUISTEIS  LOS  ELEGIDOS  DE NUESTRA  ESPECIE.  EL  JEFE  ALIENÍGENA REGRESARÁ  A  ESTE  LUGAR  EL  SÁBADO  11 DE NOVIEMBRE  A  LAS  10  DE  LA  NOCHE  TERRÍCOLA  CON OBJETIVO  DE  INFORMARSE  DE  LAS  NOVEDADES DEL  LUGAR  PARA  LA  POSTERIOR  CONQUISTA  DE  LA TIERRA.

Jared y yo nos asustamos al leer la nota, puesto que esa fecha coincidía con el día en el que nos hallábamos y con la hora que el reloj estaba apunto de marcar. Sin duda iba a pasar algo alucinante dentro de pocos segundos.

La habitación se iluminó. Esa luminosidad procedía del exterior de la ventana de la habitación, por donde hacía largos años el extraterrestre había entrado. Un ser feo y alto entró por aquella ventana mirándonos fijamente a Jared y a mí. Estábamos nerviosos y no podíamos mencionar palabra, temblábamos y parecíamos retroceder un poco cada vez que el ser extraño daba un paso hacia delante. Cuando nos recuperamos logramos escucharle, parecía amable y no tenía la pinta de querer hacernos daño. Nos explicó que nosotros éramos dos extraterrestres encarnados en un cuerpo humano, los más indicados de nuestra especie para llevar a cabo una misión: la conquista del planeta Tierra. Jared y yo éramos los elegidos puesto que éramos los únicos que poseíamos unos caracteres especiales para lograr vivir en La Tierra. Mencionó que los de nuestra especie no podíamos someternos a la luz solar, puesto que provocaría nuestra desintegración, pero que, por extrañas circunstancias Jared y yo teníamos una fuerza vital que resistía a todo rayo procedente del astro rey. Nuestro planeta era Mirtana y teníamos cien mil hermanos idénticos a nosotros. Nos habían enviado porque a través de nuestras mentes y nuestro pensamiento lograban comunicarse en todo momento con el planeta Tierra, y además, de ese modo, se informaban de la vida humana y de sus costumbres para que les fuera más fácil la colonización y la destrucción del planeta azul.

Hurus nos invitó a regresar aquella noche a Mirtana para visitar a nuestra familia y reencarnarnos de nuevo en nuestros cuerpos anteriores, puesto que ya teníamos la suficiente información sobre el planeta azul para proceder a la invasión.

Jared y yo regresamos a Mirtana. Cuando llegamos conocimos a nuestros cien mil hermanos idénticos a nosotros y nos reencarnamos en nuestros cuerpos anteriores, aquellos que estaban cualificados para vivir en aquellas condiciones ambientales.

Decidimos aliarnos con aquellos seres inteligentes, pues al fin y al cabo pertenecíamos a aquella extraña especie y nos sentíamos de algún modo identificados con ellos, podíamos leernos el pensamiento entre todos los miembros de la especie y congelar todo aquello que se encontrase en movimiento.

Tropos era el rey de los alienígenas y nos ordenó en aquel mismo momento la invasión del planeta Tierra, pues no había tiempo que perder. Ordenó a cien de nuestros hermanos que congelasen el astro rey porque en ese momento la luz del sol incidía sobre el  planeta Tierra, ya que allí eran las tres del mediodía, y con ese tipo de luz no podríamos viajar a esta, pues nuestros demás hermanos morirían desintegrados.

El Sol se congeló y Tropos dio orden de la invasión en ese momento, pues los humanos, al no recibir aquel calor que les proporcionaba una temperatura media de treinta y seis grados centígrados, se encontraban muriéndose de frío y por esta razón les resultaría mucho más difícil luchar contra nosotros.

Llegamos a La Tierra en diferentes naves espaciales y paramos en el norte de la Península del Yucatán. Los humanos, los de nuestra anterior raza, aquellos que tan buenos momentos nos habían hecho pasar y que, por razones de no parentesco, estábamos a punto de destruir, yacían en el suelo agonizando, convulsionando de frío.

Por último, nuestras naves se separaron por todos los lugares del planeta y destruimos a todos los humanos mediante nuestra capacidad de congelar todo aquello en movimiento. El planeta quedó desolado. En pocas horas de nuestra llegada la especie humana había desaparecido, se había extinguido, al igual que nuestros cuerpos humanos anteriores que en ese momento nos resultaban extraños.

Desde entonces somos la única especie existente en el planeta Tierra, y creemos que en todo el universo. Tenemos en poder el firmamento, todo aquello que vemos, y somos seres extraños, seres que han evolucionado y han procreado llegando a crear diversas formas y diversos cuerpos con distintos ADN. Somos los nuevos humanos de este planeta, aunque algunos de nuestros parientes y generaciones no quieran comprenderlo, dándole la razón a los científicos de que procedemos del mono, y esa es la pura irrealidad, puesto que somos la evolución de unos seres conquistadores. En definitiva el universo es grande, pero nosotros, los nuevos humanos, somos más grandes aún.

---- FIN ----

Un Viaje Por Hungría.


 Nunca pensé en sobrevivir, lo obvio era que me quedaban pocos minutos de vida, quizá segundos. La oscuridad me dejaba petrificada en el lugar, me disgustaba la soledad vacía, me limitaba a recordar los momentos más felices de mi vida, sin duda ese era el fin de mi existencia. Después de esos momentos de felicidad nada volvió a ser igual, el vampiro apareció, así que esperé ansiosa allí, en mitad de la oscura habitación  a que el vampiro me desmembrase, me mordiese y acabase con mi vida de una vez.


          Nunca creí en los vampiros, me daba la impresión de que sólo eran antiguas leyendas o solamente falsos cuentos de terror para contar en las noches de acampada. Leí libros fascinantes sobre ellos, incluso historias de amor que probablemente no eran ciertas, quise tentar la suerte haciéndome la valiente delante de Vanesa y prometiéndole visitar Hungría el próximo verano para que pudiese comprobar que los vampiros no existían, que sólo habían sido producto de la imaginación de numerosas personas durante siglos.

          Vanesa creía en los vampiros y tenía sus teorías. Algunos estudios y leyendas más antiguas afirmaban que estos extraños seres estaban muertos, que sólo eran antiguos esqueletos con restos putrefactos que salían de sus tumbas a media noche para vagabundear por el lugar, lo que en España y otros lugares se conoce como “zombis”, otros verificaban que eran seres humanos completamente inmortales con largas y oscuras capas, que tenían unos grandes y afilados colmillos, que vivían en enormes y antiguos castillos apartados del mundo y bebían sangre.

          Vanesa también creía que eran humanos, o mejor dicho, de aspecto aparentemente humano. Estaba entusiasmada con acompañarme en mi visita a las afueras de Hungría, cerca de Rumania, en el lugar donde aquellos seres persistían desde hacía siglos.

          Mi amiga era una chica valiente y sin miedos, interesada por la brujería, los hechizos, la ouija, los espíritus, los inmortales y demás. Ella sabía que los vampiros eran malvados y capaces de absorber la sangre de un humano hasta dejarle completamente sin vida, también sabía  que yo era difícil de convencer, entre otras cosas porque siempre he sido cabezota, sabía igualmente que ninguna otra apuesta me pararía lo pies y aunque Vanesa tuviese miedo por mi vida se moría de ganas de visitar Hungría, por eso decidió venir conmigo, además de protegerme. Supo desde el primer momento que yo iba a morir a manos de un vampiro si decidía ir a un viejo castillo, así que supo también con total certeza que esa idea me haría seguir adelante y por supuesto la llevaría acabo.

          Yo sabía con exactitud que los vampiros no existían, así que ¿Por qué no correr ese riesgo?


         

          Partimos el 3 de Agosto por la mañana temprano, Vanesa y yo habíamos hecho el papeleo necesario para disfrutar de un mes de aventuras por Hungría, y asimismo conocer ese bonito paisaje europeo.

El viaje en avión resultó ser demasiado largo, quizás nos llevó más de un día, no lo sé, porque de tal entusiasmo Vanesa y yo habíamos perdido la noción del tiempo.


          Dormimos un buen rato, unas ocho horas más o menos. Me desperecé en cuanto abrí los ojos y acerqué mi mano cuidadosamente a la ventanilla para abrirla sin despertar a mi amiga. Era de noche, el cielo era de un azul oscuro, casi grisáceo, abajo, a lo lejos, las montañas de Hungría se alzaban como puntas de hielo hacia el cielo, se apreciaban en una pequeña porción gracias al reflejo de la luna, la oscura noche parecía pertenecer a un cuento de hadas, la noche de Hungría era preciosa.


          -Estimados pasajeros, acabamos de llegar al lugar de destino, abróchense los cinturones por favor, vamos a aterrizar, espero que disfruten de una buena estancia en este país- informó el copiloto.

          -¡Vanesa, despierta, hemos llegado!- anuncié.

          -¡Por fin!- dijo mi amiga -¿Estás preparada para morir a manos de un vampiro?- se carcajeó.

          -¡Vete al cuerno!- le grité.


          En el aeropuerto nos esperaba un bus para trasladarnos junto con otros pasajeros a las proximidades de la frontera con Rumania, a unas casitas rústicas situadas al sur del condado, cerca de “Krawnledge”, un enorme castillo antiguo y deshabitado en el cuál aparecieron hace mucho tiempo sucesos extraños, desde entonces los húngaros y forasteros no visitan sus adentros.

          El pequeño pueblecillo, Göbrish, era precioso, sus habitantes hablaban español, inglés e italiano además de su lengua, lo que nos facilitó la comunicación.

          Al llegar a las casitas y tras deshacer las maletas y cenar en compañía Vanesa y yo decidimos visitar Krawnledge esa misma noche y quizás quedarnos a dormir en ese siniestro lugar. Preguntamos a una anciana del lugar el camino hacia el gran castillo, que no era ni más ni menos que un denso bosque lleno de fieras salvajes, aquellos animales que tan poco me gustaban, los lobos. Pronto nos pusimos en marcha y de ahí en adelante nos zambullimos en la peligrosa aventura.


          Eran las 12:45 de la noche, Vanesa y yo nos encontrábamos descansadas puesto que habíamos dormido una noche y ocho horas más del día siguiente antes de llegar, por lo que anduvimos deprisa y nerviosas a pesar de la niebla y la inmensa oscuridad que cubrían aquel tortuoso bosque. Vanesa llevaba por suerte una linterna de mano y otra parecida a la de los excavadores profesionales en su mochila de cuero, así que, de ese modo, apreciaríamos un poco mejor el terreno fangoso que pisábamos.

          Los lobos nos alertaron de su presencia a través de unos rugidos pronunciados que salían desde lo más profundo de su garganta. Investigué esos salvajes rostros durante unos segundos, aquellos lobos de pelaje oscuro y densa capa de pelo parecían de algún modo ilógico un poco asustados por nuestra presencia, pero luego comprendí que no era eso exactamente. Comenzó a llover y se oyeron truenos, uno, otro, otro y otro más, hasta que los lobos decidieron huir a sus guaridas, asustados de la tormenta, de la niebla, quizá también de alguna presencia extraña no natural que en esos instantes invadía el bosque, y de algún modo, que nos invadía el cuerpo a Vanesa y a mí.

          Echamos a correr a través del fangoso bosque con el objetivo de llegar lo antes posible al castillo para resguardarnos de la inmensa tormenta de rayos y truenos que azotaba el sur del país. Corrimos muy rápido, hasta detenernos en la entrada del castillo, nos quedamos observando, con los ojos como platos, nunca habíamos visto un lugar tan extraño y a la vez tan precioso. Krawnledge era enorme, viejo, destrozado por la fuerza del viento…Su fachada, llena de canalejas y tejas rotas se alzaba hacia el cielo cubierto de niebla, mientras que en el interior de aquellas canalejas, varias manadas de murciélagos dormían apaciblemente a pesar de los rugidos procedentes del cielo.

          El pórtico del castillo era de un gris azulado, un tono más bien oscuro y misterioso, como la mayoría de tonos que embargaban las afueras del castillo. La puerta principal, cubierta de musgo, era muy grande y de una oscura madera que parecía muy dura, tal vez fuera de roble.

          Nos sentimos empapadas y decidimos entrar, la puerta se cerró, de golpe, fue tan duro que las dos nos estremecimos al escucharlo, la puerta principal aparentemente vieja y de desgastada madera me pareció en realidad de hierro, seguidamente empecé a temblar, en esos momentos no me hacía ninguna gracia recordar las historias de vampiros, pero incluso llegué a creérmelas, quizás ya fuera demasiado tarde.

          No se apreciaba nada, solamente oscuridad y más oscuridad, sentimos un inmenso frío procedente de alguna parte del lugar y en ese momento recordamos encender las linternas para destruir la inmensa oscuridad y poder descubrir aquello de lo que estábamos rodeadas, quizá bueno, quizá malo.

          De repente aparecieron imágenes de grandes candelabros, el lugar era hermoso, con un matiz de un rojo oscuro y lleno de antiguas pinturas abstractas y apagadas, muebles de todo tipo, rústicos, contemporáneos, muy antiguos y desgastados… Una gran mesa de madera con ocho sillas ocupaba la mayor parte del salón, y una gran alfombra dorada resaltaba la oscura madera del suelo, el techo era enorme y lleno de grandes telarañas, en estas colgaban arañas de todo tipo e incluso peludas, me estremecí de la angustia al observar aquello.

          Vanesa observó con detenimiento un pasillo al parecer largo y oscuro que posiblemente se comunicase con las demás habitaciones. Seguidamente saqué mi caja de cerillas y encendí dos candelabros pequeños y útiles para alumbrarnos en la oscuridad mientras recorríamos el pasillo estrecho.

          El pasillo era común, sus paredes estaban fabricadas de grandes piedras con pequeñas aberturas, propio de un castillo medieval. De repente, en mitad del largo y estrecho pasillo las velas del candelabro dejaron de emitir luz, una fuerza sobrenatural comenzó a arrastrarnos hacia el final del oscuro pasillo golpeándonos contra las duras paredes y dejándonos inconscientes del dolor.

          Desperté en una cripta muy iluminada, Vanesa ya no estaba a mi lado, la majareta de mi amiga se había ido a experimentar con lo extraño y me había dejado sola en mitad del peligro. En la cripta de paredes iluminadas cubiertas de piedras preciosas se apreciaba un pequeño banco de piedra, parecido a una lápida, me acerqué a investigar y al rodearlo el miedo se apoderó de mi alma.

          Vanesa estaba allí tirada, cubierta de sangre, desinflada como una colchoneta de plástico, vacía, con las venas reventadas, con los ojos en blanco, llena de llagas, de ponzoña, de marcas de colmillos, muerta, mi amiga estaba muerta y yo sola, llena de dolor y de miedo, enfrente del cadáver de mi mejor amiga, y todo esto por culpa de un vampiro, un ser sin sentimientos ni dolor, un vampiro, un vampiro, un vamp…

          -¡Nooo…!- chillé.

          En ese momento la furia se apoderó de mi cuerpo y recordé que nada había acabado, ahora me tocaba a mí, pero no me iba a dejar vencer, vengaría la muerte de mi amiga aunque fuera lo último que hiciera, aunque me convirtiera en una asesina acabaría con el vampiro.

          Me aparté del cadáver y recorrí la cripta en busca del asesino, que suponía que me estaba esperando, pero no fue así, no le vi por ninguna parte, así que me armé de valor y fui en su busca, ese maldito vampiro pagaría las consecuencias.

          Atravesé la cripta y me percaté de algunas puertas de habitaciones, comencé la búsqueda, asustada pero furiosa, abrí los pomos y entré en cada una de ellas haciéndole frente al miedo que me invadía, en busca del asesino, del chupasangres, del monstruo que acabó con Vanesa, pero en ninguna había nada, sólo libros y camas, espejos y sillones… De repente, cuando me situaba en la última habitación de mi búsqueda, se apagaron las luces y se cerró la puerta, empujé todo lo que pude pero no conseguí abrirla, no sabía cómo enfrentarme al vampiro, no conocía la forma de matarle, sólo sabía que lo único que podía lograr era acabar también con mi vida.

          La habitación quedó a oscuras, pero no completamente, sino iluminada por una pequeña vela situada encima de una gran mesa de madera clara rodeada de una gran silla oscura. Me percaté entonces que allí había alguien sentado, esperándome, pensando cómo matarme supongo, y sin rodearse para hacer la espera aún más emocionante.

          Me acerqué lentamente hacia la silla y pude apreciar dos manos blancas y grandes descansando en el posabrazos, sin duda era él, pero me armé de furia y seguí andando, despacio, asustada también, dándole vueltas a la cabeza para obtener la forma de negociar con él, aunque no había nada que negociar, sólo era una forma de conseguir algunos segundos más de vida.

          Al llegar a la silla el vampiro se levantó y se rodeó hacia mi, y para mi sorpresa no era un vampiro, sino una vampira de tez blanca, de pelo negro y corto y ojos oscuros, dientes puntiagudos y blancos como el marfil, vestida con ropas oscuras y una capa roja tan larga que daba la impresión de barrer el suelo de la habitación. La vampira se acercó a mí con sigilo, me sonrió y de repente chasqueó los dedos con la intención de encender las luces del lugar. La vampira era hermosa y sus ojos emitían un centelleo agradable, no supe imaginarme como ese encanto podía haber matado a Vanesa.

          -Vaya, vaya, vaya, pero qué tenemos aquí, parece una humana ¿no?- preguntó.

          -Soy la mejor amiga de Vanesa y tú la has matado- le dije con voz entrecortada por el miedo.

          -Ja, ja, ja…- se carcajeó.-Yo no he sido- me dijo.

          -¿Y cómo puedo yo creerte?, es más, ¿Como puedo yo fiarme de un vampiro?- le pregunté.

          -Nunca lo hagas- me ordenó con encanto-Ven, te mostraré al asesino-


          Anduvimos despacio una al lado de la otra y me condujo por un pasillo oscuro y recto, esa hermosa mujer me ponía los pelos de punta y a la vez me tranquilizaba con su voz cantarina. Me contó varias cosas sobre vampiros, que existían vampiros buenos y vampiros malvados, me aseguró que ella era una de los buenos y luchaba por aniquilar a los otros. Me contó también que fue mujer un día, que la convirtió un vampiro neófito al sur de Rumania, me contó que ella no creía en los vampiros, que pensaba que eran simples leyendas como muchas otras, pero un día un vampiro entró por la ventana de su habitación mientras dormía y le mordió. Me aseguró que sintió miedo, que se tiró por la ventana pero no consiguió acabar con su vida, para ello era demasiado tarde, ya se había convertido. Nunca quiso ser malvada, echó a volar sin rumbo para esconderse del mundo y encontró ese castillo habitado por una familia de vampiros buenos con la cual convivió durante siglos. Después tuvo lugar una gran pelea entre los buenos y los malvados de la cual ella pudo escapar, pero su familia falleció, así que se quedó siglos y siglos sola en el castillo, esperando encontrar algún día la familia que tanto anhelaba.


          -Te creo- le dije con una sonrisa -Te ayudaré a ser feliz- le prometí.

          -Gracias- me dijo con su voz débil y cantarina -Por cierto, ¿Cómo te llamas?- me preguntó con emoción –Yo me llamo Esmeralda, pero puedes llamarme Esme-

          -Yo me llamo Raquel, pero puedes llamarme Rachel, todos lo hacen- le dije con una sonrisa.


          Esme y yo llegamos a un gran calabozo y me condujo de la mano hacia su destino, ya que notaba que empecé a asustarme y a recordar el cadáver de mi amiga. Su mano era fría como el hielo y suave como la seda, nunca había visto un cuerpo como ese, era perfecto, sigiloso, duro como el mármol y rápido, no pude imaginar una belleza más perfecta que esa.

          -Ya hemos llegado- me informó con timidez - Ahora observa con calma-


          Esme empezó a despotricar palabrotas en el oscuro lugar y chasqueó los dedos para encender las luces con la intención de que yo pudiera atender mejor a los hechos, ya que ella no necesitaba la luz para poder ver, veía en la inmensa oscuridad, era más que perfecta en todos los sentidos.

          De repente se encendieron las luces y otro vampiro apareció, tenía el mismo rostro que el de Esme, era pálido, fuerte y hermoso, sólo cambiaba una cosa, sus ojos eran de un color escarlata, parecían poseídos por el diablo, su rostro emitía grandes rugidos constantemente a causa de la ceguedad que la luz le proporcionaba, pero al reconocer mi olor humano retornó el silencio.

          Esme me contó entonces que Grener, el vampiro, era un neófito con ansias de sangre y a veces incontrolable que había matado a mi amiga porque se escapó de sus cadenas y no supo controlarse. Dijo que Grener era uno de los malvados que había invadido el castillo porque había sido convertido por el rey vampiro de Noruega, el más antiguo y malvado de los vampiros, un vampiro canoso y de aspecto fuerte que pretendía acabar con el mundo desde hacía siglos, de ahí la pelea entre la familia de Esme y los testigos de el rey vampiro.

          Grener fue enviado por el rey vampiro con orden de acabar con el último vampiro bueno que existía en esos momentos lejos de su territorio, Esme, así que Grener debía acabar con ella, pero Esme logró encadenarlo y aliarlo con ella gracias a su don de persuadir a los neófitos y Grener consiguió escapar de la orden del rey.

          Esme lo encadenó para ayudarle a contenerse de la sangre humana después de notar que Vanesa y yo habíamos entrado en su castillo, pero esas fuerzas extrañas que invadían el cuerpo del neófito nos atrajeron hacia la cripta y Grener consiguió escapar y destrozar a Vanesa antes de que Esme pudiese pararlo, por suerte pudo contenerlo antes de que también acabase conmigo.

          Al oír la explicación de Esme, Grener se enfadó y se soltó, Esme dio un paso hacia delante para protegerme pero resultó inútil a causa de la fuerza del vampiro, que la lanzó contra la pared del lugar y la dejó dolorida. Esme me gritó que corriera y mientras yo la obedecía ella fue encendiendo las luces por donde yo iba pasando para que el vampiro se cegara y parase de seguirme, y gracias a ello logré escapar hacia una gran habitación iluminada y cerré la puerta con pestillo, aunque no sirviera de mucho.

          Los rugidos del vampiro dejaron de escucharse, ahora Esme me preocupaba, sabía que el vampiro no le haría daño porque era su aliado pero esa fuerza con la que la apartó de mi camino me daba miedo, esperaba que no volviera a utilizarla con mi amiga Esme, ella era buena y cariñosa, no se merecía que la tratasen así.

          El peligro había pasado, por ahora, pero entonces… la vela que alumbraba la nueva habitación, esta vez un gran salón, se apagó y comenzó a hacer frió, de repente entendí que Grener no había desaparecido, sólo intentaba ser sigiloso para hacerme creer que se había marchado, y lo consiguió.

          Sentí mucho frió, el miedo se había apoderado de mi alma, me quedaban pocos segundos de vida, el vampiro aparecería de un momento a otro para chuparme y hacerme trocitos, quizá Esme estaba muerta por intentar salvarme y yo estaba sola en medio de una habitación oscura, sin nadie que me protegiera, sin Esme, sin Vanesa, sin valor…

          Recordé a Vanesa, a Esme, a mi familia, a mis amigos, a la gente que quería y los momentos más felices de mi vida, esperé, ansiosa, no me quedaba nada, el vampiro acabaría con todo y ya no me importaba, por su culpa había perdido a Vanesa, a Esme y el valor que yo tenía, no importaba si me mataba, si me convertía, no importaba, solamente un milagro me ayudaría a sobrevivir, pero tampoco quería, si vivía tendría que sufrir por Vanesa y por Esme y no podría contar lo sucedido, así que ¿De qué servía?, preferiría acabar con esto de una vez.

          La vela se encendió de nuevo y Grener apareció con los ojos envueltos en la locura, no saldría de esta, me empujó y caí de espaldas contra el suelo, las lágrimas recorrían mi rostro lleno de dolor, las costillas se me deshacían en el interior del cuerpo, el dolor ahora se apoderó de todo mi cuerpo y Grener me cortó la cara con sus garras, ya no sentía nada, era imposible sentir más dolor, Grener rugió de locura y me pateó el cuerpo con fuerza una y otra vez hasta dejarme desangrada en el suelo, se inclinó ante mí de rodillas y acercó su hermoso rostro a mi cuello, no sentía el cuerpo y tal vez tampoco los latidos de mi corazón, chillé con fuerza y con más dolor aún, este era el final, el final de mi existencia, el final del dolor.

          El vampiro me mordió y me llenó el cuerpo de ponzoña, no comprendí por qué no me destrozaba, por qué no me mataba, el dolor y una quemazón se apoderó de mi cuello y se extendió por todo mi cuerpo. Mientras gritaba de dolor por la quemazón creí sentir a Esme intentando calmarme, pero no podía ser, ella estaba muerta. De repente el calor fue desapareciendo de mi cuerpo, y entendí lo sucedido, mientras yo me estaba debatiendo de dolor en el suelo Esme acababa con el neófito. Yo me estaba convirtiendo, Esme me había mordido para evitar que muriera, le debía la vida y mi alma.

          Los rugidos de dolor del vampiro desaparecieron y por lo que pude ver mientras me incorporaba del suelo era que sus restos desmembrados se convertían el polvo y volaban por la habitación hasta desaparecer, Esme había encendido las luces para cegar al vampiro así que se podía apreciar perfectamente.

          Esme me cogió de la mano y me abrazó.

          -Lo siento, he tenido que hacerlo, no podía permitir que murieras, tú me has dado la confianza que necesitaba, ahora eres inmortal, ya no hay más peligro, ahora me has de ayudar a matar al único vampiro que queda aparte de nosotras, el vampiro rey, cuando acabemos con él todo habrá terminado, nada nos molestará jamás, ahora estamos juntas, somos amigas.

          -Confía en mí, te debo la vida, te ayudaré a matarle con la ayuda de esta ansia de sangre que recorre mi cuerpo en estos momentos, gracias Esme- le dije –Ahora seremos amigas, amigas para siempre si tú lo deseas-

         
          La inmortalidad me hizo fuerte, tan fuerte que logramos quedar libres de todo peligro, Esme y yo estrechamos una gran relación de amistad desde ese momento, la vida era complicada, incluso más que el sufrimiento, pero ahora éramos libres, libres y felices la una con la otra, libres y felices por el resto de la eternidad.


---- FIN ----