Me encontraba sentado apaciblemente
en mi sofá, queriendo prestar atención a las noticias de la tarde, como solía
hacer a diario después de comer. Todo era normal, abusos, homicidios, deportes…
todo aquello que suele ocurrir normalmente en Estados Unidos.
Una entrevista a un deportista
estadounidense me llamó especialmente la atención, tanto que me levanté
sobresaltado, con chorros de sudor frío en la frente y temblor por todo el
cuerpo. No podía ser posible, era una locura, jamás podría suceder cosa igual,
pero era cierto, absolutamente real, estaba delante de mí, con mis rasgos
físicos, mi voz, mis gestos… y no era yo. Aquel jardinero en un segundo plano
era idéntico a mí. ¿Cómo era posible?- me pregunté, pero no encontré respuesta
alguna.
Llamé a Shara y a Cody, mis mejores
amigos, con intención de contarles la verdad, pero no me creyeron, estaban
trabajando en sus experimentos y no habían visto las noticias esa tarde. Me
dijeron que tantos experimentos me habían vuelto loco y que debía tomarme más
de un día libre para descansar la mente.
Puesto que nadie me creía decidí
marchar a Estados Unidos en busca de una aguja en un pajar, pues no tenía
ninguna información sobre ese tipo, solamente lo había visto en la tele, y casi
que tampoco estaba seguro. Era verdad que mis experimentos sobre los
alienígenas y su tipo de ADN me habían llevado largos años de esfuerzo y
cansancio mental, pero no creía que fuese para tanto.
A las 10 de la noche llegué a la
gran ciudad, repleta de gente normal, sin estrés, que tomaba unas copas en las terrazas
de los bares, saludaba a sus conocidos, servia comidas en las mesas, barría la
calle… lo típico de una noche en la ciudad.
No tenía ni idea de cual era mi
destino, ni lo que buscaba, es más, lo más preocupante era encontrar el lugar
donde alojarme esa noche. No tenía amigos en la ciudad, tampoco conocidos, y me
resultaba muy fácil encontrarme andorreando por mitad de la calle preguntándome
si había una mera posibilidad de estar loco.
Un agente de policía me paró y me
preguntó a dónde me dirigía, pues parecía haber visto en mí un dote de inseguridad y miedo. Le
contesté que no estaba seguro, y procedí a contarle la historia. El agente
quedó sorprendido, pero no me dio sensación alguna de que pensara estar
hablando con un enfermo mental.
Sin reparos se ofreció voluntario a
llevarme a comisaría para aclarar el asunto, y yo no puse objeción.
Llegamos a comisaría y allí el jefe
de policía me interrogó, le conté la historia y pareció quedar bastante
sorprendido, al igual que su compañero. Le llevó largo rato asimilar aquella
información, ya para mí un poco absurda, pero se alzó y ordenó ir al estudio de
televisión para reafirmar lo sucedido.
Cuando llegamos eran las 12 de la
noche y el estudio se encontraba ya cerrado. El guardia de seguridad de la zona
nos recomendó ir a casa y volver por la mañana temprano, lo cual me preocupó,
pues no tenía lugar donde alojarme. Los policías se ofrecieron voluntarios a
llevarme a una instalación donde podía guardar reposo sin tener que pagar nada
durante mi estancia, ya que los gastos los cubría la comisaría de policía. Me
pareció una gran solución.
A la mañana siguiente los dos
policías me recogieron y me condujeron al estudio de televisión. Allí nos
recibieron con amabilidad y se ofrecieron voluntarios a ayudarnos en lo que
necesitásemos. Procedimos a ello y nos escucharon con mucha atención. Cuando
acabamos la conversación el jefe del estudio encendió el portátil que se
encontraba sobre la mesa de su despacho y nos mostró la entrevista del día
anterior. Todos quedaron alucinados al ver la imagen de la pantalla, pues ese
tipo era mi clon. Todos ellos se plantearon la posibilidad de que fuese yo el
del otro lado de la pantalla y que les hubiese estado mintiendo sobre los
hechos para simplemente visitar el estudio de televisión, como había intentado
conseguir mucha gente en los días anteriores, pues ese año era el centenario de
ese estudio. Finalmente no me creyeron y se burlaron de mí. Los policías al
salir me llevaron a la estación para asegurarse que volvía al pueblo y que no
había ninguna posibilidad de volver a molestarles con mis locuras.
No me marché, pillé una guía y
busqué el número de todas las jardinerías cercanas al campo de atletismo de la
ciudad, pues posiblemente el deportista había sido entrevistado en dicho lugar,
donde lo lógico es que trabajase el jardinero.
Terminé mis apuntes en el blog de
notas y llamé con el móvil a cada uno de esos lugares, pues eran las 11 de la
mañana y posiblemente ya estuviesen
abiertos. No me equivoqué. Pregunté en cada uno de ellos por un
jardinero que había salido el día anterior en una entrevista de televisión,
pero nadie le conocía.
Caminé confuso y pensando regresar a
casa, pues no había manera de localizar a ese tipo. Después de llevar un largo rato
caminando sin un rumbo fijo me sonó el teléfono, me llamaba un tal Jared que me
explicaba que su abuelo, el dependiente de la jardinería a la que había llamado
hace un rato, le contó que un hombre había preguntado por un empleado que salió
el día anterior en las noticias, y que por supuesto, era él.
Le di las gracias por la llamada y
le conté la historia con todo detalle. Él me creyó y quedamos en vernos a las
12:30 en un restaurante no muy lejano al lugar donde me encontraba. Por último
nos despedimos y procedí a buscar dicho restaurante.
Llegué a las 12:30 y le esperé
sentado en la mesa, tomándome una tapa. No sería muy difícil reconocerlo, pues
era igualito a mí.
No tardó mucho en llegar, y me pidió
perdón por el retraso, pareció sorprendido y nos presentamos. Hablamos largo
rato sobre nuestra familia, puesto creíamos en la posibilidad de ser gemelos o
algo parecido, ya que no se nos ocurría otra explicación. Sacamos la conclusión
de que todo era normal y que no estábamos emparentados, pues éramos de ciudades
distintas y ninguno era adoptado, pero decidimos, por más seguridad, hacernos
una prueba de ADN.
Me condujo hacia la clínica y nos
hicieron el análisis. El médico nos dijo que la prueba tardaría tres días en
mostrar los resultados finales y nos aconsejó visitar de nuevo la clínica el
viernes a las 10 de la mañana. Jared me ofreció alojamiento en su apartamento
todo el tiempo que quisiera quedarme y yo acepté, puesto que él vivía solo y yo
no tenía donde esperar hasta el viernes. Me dio la sensación de que el Lender
que hay dentro de mí le pareció simpático.
Durante la convivencia en el
apartamento nos hicimos amigos y nos informamos de la vida de cada uno, pues el
ser los dos iguales parecía interesante.
El ADN de los dos resultó ser
idéntico, cosa que ya no nos resultaba nada extraña, pues no podía existir
ninguna otra cosa más extraña que la historia de nosotros dos.
Llegamos a casa y me preguntó por mi
trabajo, me dijo que en mis investigaciones sobre extraterrestres y su idéntico
ADN podía darnos alguna pista sobre nuestro problema. Me pareció una genial
idea. Le conté el único secreto que había guardado durante años sobre los
alienígenas y su existencia, puesto que si se lo hubiese dicho a alguien lo más
probable habria sido que me hubiese apartado de mis experimentos. Le conté que
a los 27 años, en una noche de verano, un ser extraño había invadido mi
habitación mientras yo dormía y había dejado una nota que ponía: DOS SON IGUALES A NOSOTROS
PERO MENOS INTELIGENTES. Ese ser que yo no había
podido observar dejó en la mesilla la nota junto con un poco de saliva. Me
resultó extraño encontrar esa nota al levantarme y una especie de saliva verde,
que por supuesto analicé esa mañana y la cual me llevó a la conclusión de que
realmente se trataba de seres alienígenas que poseían un ADN totalmente
diferente a cualquiera de los seres vivos que habitaban nuestro planeta. Desde
entonces mis experimentos se habían dedicado al estudio alienígena.
Jared me creyó y quedó sorprendido.
Se me ocurrió la idea de que fuésemos los dos al pueblo, a mi antigua
residencia juvenil, para investigar si existía alguna otra nota posterior a la
que ya había leído para informarnos de nuestro parentesco.
Llegamos al pueblo y en la
residencia descubrimos una nota que decía:
JARED Y LENDER FUISTEIS LOS ELEGIDOS DE NUESTRA ESPECIE. EL JEFE
ALIENÍGENA REGRESARÁ A ESTE LUGAR EL SÁBADO
11 DE NOVIEMBRE A LAS 10 DE LA NOCHE TERRÍCOLA
CON OBJETIVO DE INFORMARSE
DE LAS NOVEDADES
DEL LUGAR PARA LA POSTERIOR CONQUISTA DE LA TIERRA.
Jared y yo nos asustamos al leer la
nota, puesto que esa fecha coincidía con el día en el que nos hallábamos y con
la hora que el reloj estaba apunto de marcar. Sin duda iba a pasar algo
alucinante dentro de pocos segundos.
La habitación se iluminó. Esa
luminosidad procedía del exterior de la ventana de la habitación, por donde
hacía largos años el extraterrestre había entrado. Un ser feo y alto entró por
aquella ventana mirándonos fijamente a Jared y a mí. Estábamos nerviosos y no
podíamos mencionar palabra, temblábamos y parecíamos retroceder un poco cada
vez que el ser extraño daba un paso hacia delante. Cuando nos recuperamos logramos
escucharle, parecía amable y no tenía la pinta de querer hacernos daño. Nos explicó
que nosotros éramos dos extraterrestres encarnados en un cuerpo humano, los más
indicados de nuestra especie para llevar a cabo una misión: la conquista del
planeta Tierra. Jared y yo éramos los elegidos puesto que éramos los únicos que
poseíamos unos caracteres especiales para lograr vivir en La Tierra. Mencionó que los de
nuestra especie no podíamos someternos a la luz solar, puesto que provocaría
nuestra desintegración, pero que, por extrañas circunstancias Jared y yo
teníamos una fuerza vital que resistía a todo rayo procedente del astro rey.
Nuestro planeta era Mirtana y teníamos cien mil hermanos idénticos a nosotros.
Nos habían enviado porque a través de nuestras mentes y nuestro pensamiento
lograban comunicarse en todo momento con el planeta Tierra, y además, de ese
modo, se informaban de la vida humana y de sus costumbres para que les fuera
más fácil la colonización y la destrucción del planeta azul.
Hurus nos invitó a regresar aquella
noche a Mirtana para visitar a nuestra familia y reencarnarnos de nuevo en
nuestros cuerpos anteriores, puesto que ya teníamos la suficiente información
sobre el planeta azul para proceder a la invasión.
Jared y yo regresamos a Mirtana.
Cuando llegamos conocimos a nuestros cien mil hermanos idénticos a nosotros y
nos reencarnamos en nuestros cuerpos anteriores, aquellos que estaban
cualificados para vivir en aquellas condiciones ambientales.
Decidimos aliarnos con aquellos
seres inteligentes, pues al fin y al cabo pertenecíamos a aquella extraña
especie y nos sentíamos de algún modo identificados con ellos, podíamos leernos
el pensamiento entre todos los miembros de la especie y congelar todo aquello
que se encontrase en movimiento.
Tropos era el rey de los alienígenas
y nos ordenó en aquel mismo momento la invasión del planeta Tierra, pues no
había tiempo que perder. Ordenó a cien de nuestros hermanos que congelasen el
astro rey porque en ese momento la luz del sol incidía sobre el planeta Tierra, ya que allí eran las tres del
mediodía, y con ese tipo de luz no podríamos viajar a esta, pues nuestros demás
hermanos morirían desintegrados.
El Sol se congeló y Tropos dio orden
de la invasión en ese momento, pues los humanos, al no recibir aquel calor que
les proporcionaba una temperatura media de treinta y seis grados centígrados,
se encontraban muriéndose de frío y por esta razón les resultaría mucho más
difícil luchar contra nosotros.
Llegamos a La Tierra en diferentes naves
espaciales y paramos en el norte de la Península del Yucatán. Los humanos, los de nuestra
anterior raza, aquellos que tan buenos momentos nos habían hecho pasar y que,
por razones de no parentesco, estábamos a punto de destruir, yacían en el suelo
agonizando, convulsionando de frío.
Por último, nuestras naves se separaron
por todos los lugares del planeta y destruimos a todos los humanos mediante
nuestra capacidad de congelar todo aquello en movimiento. El planeta quedó
desolado. En pocas horas de nuestra llegada la especie humana había
desaparecido, se había extinguido, al igual que nuestros cuerpos humanos
anteriores que en ese momento nos resultaban extraños.
Desde entonces somos la única
especie existente en el planeta Tierra, y creemos que en todo el universo.
Tenemos en poder el firmamento, todo aquello que vemos, y somos seres extraños,
seres que han evolucionado y han procreado llegando a crear diversas formas y
diversos cuerpos con distintos ADN. Somos los nuevos humanos de este planeta,
aunque algunos de nuestros parientes y
generaciones no quieran comprenderlo, dándole la razón a los científicos de que
procedemos del mono, y esa es la pura irrealidad, puesto que somos la evolución
de unos seres conquistadores. En definitiva el universo es grande, pero
nosotros, los nuevos humanos, somos más grandes aún.
---- FIN ----
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